El brutalismo revisado
Cómo el edificio más moderno de Bélgica desvela su nuevo núcleo contemporáneo
Al caminar por la Chaussée de la Hulpe, cerca del bosque de Sonian, en el extremo sur de la ciudad de Bruselas, es imposible no fijarse en una torre modernista, cuya forma y materialidad contrastan tan bellamente con el entorno natural. El edificio fue diseñado a finales de los años sesenta por el arquitecto polaco-belga Constantin Brodzky para la sede de la empresa de cementos CBR.
Un edificio así era realmente la mejor manera de promover las infinitas posibilidades de este material. Antes de 1970, año en que se inauguró el edificio, Brodzky había trabajado durante quince años en Estados Unidos, donde tuvo la oportunidad de probar el material y averiguar cómo producir formas curvas cuando el hormigón aún está líquido. Compuesto por 756 ventanas ovaladas en paneles de hormigón curvados y prefabricados, que dan al edificio un aspecto más orgánico que el tradicional estilo brutalista, el resultado sigue siendo impresionante. La innovación que ofrecía este proyecto marcó un hito para una nueva ola de edificios de oficinas en la capital belga y le valió, como único arquitecto belga, la inclusión en la exposición del MoMA de 1979, «Transformaciones en la arquitectura moderna».
En palabras de Brodzky, «este es (todavía) el edificio más moderno de Bélgica», pero perdió la batalla por su renovación en 2018, cuando la empresa belga Fosbury and Sons reformó el edificio para uno de sus nuevos centros de coworking, tras el éxito de su torre WATT en Amberes. Sin embargo, el proyecto de diseño interior de los arquitectos de Going East parece (aún más) fascinante: el sombrío interior modernista -diseñado por Jules Wabbes– ha sido completamente rediseñado para adaptarse a la filosofía de la empresa. Los pasillos se han demolido para ofrecer un entorno de trabajo más amplio y luminoso. Los 7.000 metros cuadrados -repartidos por 7 de las 9 plantas del edificio- ofrecen «Suites» (espacios de oficina privados), «Ateliers» (espacios de oficina privados compartidos), así como otros numerosos espacios de trabajo compartidos en todo el edificio.
Además, un vestíbulo y un bar informal en la planta baja, el Bar Giorgio en la última planta con vistas panorámicas, así como la presencia de obras de arte -proporcionadas por las galerías bruselenses Rodolphe Janssen y Veerle Verbaekel, y varios artistas belgas- es lo que da al coworking su aspecto innovador. La ambición centrada en el ser humano reluce por todos lados, haciendo de nuevo de este edificio un paso más para la oficina del futuro.
Texto: Andrea Mantello, Ar[chi]pentage
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