Excelencia del diseño en la ciudad de Sydney
Es una suerte para nuestras ciudades el que el proceso político tenga menos que ver con los miedos provocados por calumnias y por hacerle el juego al denominador común más bajo, y esté más relacionado con tratarlos y llevarse bien con ellos. Mientras que el G20 recibe toda la prensa, hay una capa casi invisible de la red de alcaldías – la C40 – donde los alcaldes de las 40 ciudades más grandes del mundo se reúnen cada dos años y comparten ideas. Las ciudades inteligentes pellizcan buenas ideas; Las ciudades más inteligentes innovan. La ciudad de Nueva York se ha vuelto exponencialmente importante en los últimos años cuando se trata de ideas alrededor de la peatonalización de la ciudad, el arte público y el urbanismo del paisaje. Singapur, por administrar recursos limitados y Medellín, en Colombia, por usar la arquitectura y el urbanismo como herramientas para la integración social.
Sin embargo, las ciudades están infrafinanciadas. En Australia, 80 centavos de cada dólar de los impuestos van al gobierno federal, 16 centavos van a los estados y solamente 4 centavos van a las ciudades. Compare esto con Vancouver o Montreal, donde la proporción es de 8 centavos por dólar. Por lo tanto, ser un alcalde australiano es como ser padre. La falta de fondos está de algún modo compensada por un exceso de autoridad. Pero la buena gobernanza es mucho más que manejar mano dura.
Utilizar la política para asegurar un mejor diseño
La gran idea con la que Sydney ha contribuido al mundo de hacer ciudad es una invención llamada «Excelencia del Diseño». Es un mecanismo político que asegura un proceso de diseño competitivo cuando un edificio tiene más de 55 metros de altura o si la superficie que ocupa es mayor de 1500 metros cuadrados. En estas circunstancias, los promotores deben convocar un concurso de diseño. Imagine que tiene 500 millones de dólares en su bolsillo, que posee un buen pedazo de tierra y el alcalde le obliga a gastar tiempo y dinero en un concurso. Por lo menos tres arquitectos deben estar invitados a participar, todos ellos son pagados por hacerlo y el jurado es una combinación entre los promotores y expertos de la ciudad.
Todos sabemos que el diseño cuesta dinero – bien – pero son las reglas. El as en la manga que tiene la alcaldía es que, al participar en este proceso, la ciudad puede conceder hasta un 10% de superficie o de altura adicional del edificio. Considerando que para un promotor, un metro cuadrado en Sydney podría alcanzar un valor de $ 10 mil a $ 15 mil dólares, el espacio de bonificación paga por el tiempo perdido, paga por el proceso de concurso e incentiva a los arquitectos (¡todos reciben honorarios!), sin que cueste nada a la ciudad. La ciudad, o eso se espera, obtiene así resultados de diseño más ecológicos, más humanos, innovadores y hermosos. Los resultados son asombrosos.
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Texto de: Eoghan Lewis, de SAW – Sydney Architecture Walks, miembro de Guiding Architects en Sydney.
Primera imagen: “1 Bligh Street by Architectus, in association with Ingenhoven Architects (Germany). Featured on SAW1: ‘The City: Sydney’ architectural walking tour. Copyright: Eoghan Lewis”.
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