Capilla del Monasterio Benedictino de Santiago: La luz desde su origen
Chile es un país tremendamente influenciado por su proximidad con las montañas, esto genera una percepción única del movimiento aparente del sol y de los distintos estados de la luz.
Frente a la Cordillera de Los Andes, adentrándonos en los faldeos de un pequeño monte llamado Los Piques, nos encontramos con uno de los proyectos que mejor reflejan el despertar de la arquitectura moderna en Chile.
En 1962, La Comunidad Benedictina llamó a dos jóvenes arquitectos, Gabriel Guarda y Martín Correa, para diseñar la nueva Iglesia del monasterio en una zona alejada del centro de la ciudad, con grandes vistas hacia las montañas y el valle de Santiago. Esto coincide con un momento en que el movimiento moderno en Chile comenzaba a construir su propio camino.
Percepción del espacio del Monasterio Benedictino
Al acceder a los terrenos de la congregación, nos encontramos con un largo camino que remata en una explanada que antecede a la Iglesia. La obra, a pesar de casi no tener vistas hacia el exterior, tiene una estrecha relación con el lugar a partir de una orientación definida en relación al uso de la luz natural en su interior, concebida como un elemento inicial de diseño.
Al entrar nos encontramos con un espacio prístino, compuesto por 2 grandes cubos conectados en su vértice, los cuales generan un eje diagonal que conlleva al altar ubicado en la intersección entre ambos. De esta forma se conforma el espacio central, vinculando el cubo de los feligreses con el cubo que acoge el presbiterio. La luz entra desde las aristas en donde se van encontrando los diversos planos que componen su volumetría. Los primeros rayos de la mañana ingresan desde el oriente, en el momento en que el sol aparece desde la cordillera, iluminando el presbiterio. De esta forma la luz va bañando sus muros blancos y transformando la percepción del espacio y sus texturas conforme pasa el día.
Una relación de por vida con la obra del Monasterio Benedictino
En 1963, al terminar esta obra, ambos arquitectos permanecieron en la congregación, y hasta el día de hoy, ambos siguen viviendo en el monasterio, como monjes. A pesar de su edad, a veces es posible encontrarlos rezando y escucharlos relatar cómo fue su experiencia en este proyecto: «Éramos jóvenes y no teníamos tan claro como afrontar esta obra, pero nuestra inspiración llegó un día en un bosque muy denso, luego de encontrar un claro de luz formado por los rayos que ingresaban cenitalmente entre los árboles. En ese momento comprendimos lo que teníamos que hacer».
Su legado marcó un hito y dejó un legado muy influyente en la forma en que hoy se entiende la arquitectura en Chile. Todo esto a pesar de su corta carrera, ya que esta fue su primera y última obra.
Texto por: Diego Baloian – Miembro de Guiding Architects en Santiago de Chile
No Comments